Se levanta, se deja caer de nuevo.
No sabe qué hacer con ella misma.
El tiempo le dice que es hora, que llegó el momento.
"No debo dejar pasar más horas, más días, más vida."
Se decide interiormente, se convence.
Se vislumbra a ella misma parada, decidida, dispuesta.
Vuelve en sí, sigue caída y sin haberse movido.
Es un logro inalcanzable el de pasar de la mente a la acción.
Pasan las horas, los días, la vida y ella ahí,
tan perpleja como hace tanto tiempo.
Caminó lunas y soles; lluvias y soles;
caras y soles; gestos y soles.
Los caminó, sabe de su esfuerzo, de su querer y no poder.
El convencimiento interior no la llevó a ningún lado aún.
Su activar exterior, de caminata y búsqueda constante
no coincide con el interior, que hoy es de caminante oscuro,
de nubarrón y lluvia, de sol oculto, de poca vida en ese cuerpo.
Es ése, su cuerpo, que ahora la lleva a la arena.
Y ella, inmóvil, sigue caminando tantas lunas, soles, vida.
Agua. Mojados sus pies.
Agua. Mojados sus tobillos.
Agua, ahora sus rodillas, sus muslos, su femineidad.
Agua.
Sus lunas, soles, caras y gestos ya mojados,
ahogados en ese mar.
Agua.
Sus mejillas que alguna vez se sonrojaron ya están húmedas,
sus pestañas ya pasadas por el agua.
Toda ella empapada.
Ya nada pesa. Ya todo es agua.
Agua. Ella ya duerme.
(18/9/11 - 10:20hs)