jueves, 24 de noviembre de 2011


Viaja en bondi, rumbo a su casa después de un lunes que le fue difícil,
pero no porque le haya costado arrancar (tiene una sonrisa plasmada que nadie le quita),
sencillamente la vida de las obligaciones no se le hace fácil a veces.
Pero jura que la alegría que le dejó la noche anterior no se la roba nada, ni siquiera la cotidianeidad y el deber ser.
Reconoce y sabe que la interioridad no camina con el deber ser que tanto impone, sino con el saber ser, con el encontrarse en lo sencillo de la emoción que le genera escuchar lo que oyen sus oídos.
Cierra los ojos, y el viento que le fabrica la velocidad del bondi y la ventanilla abierta en su cara le hacen ver globos, papelitos, colores, agite y emoción. Tan tangible como hace pocas horas atrás vivió
La música que aún suena en sus oídos le confirma algo de lo cual ella ya se siente convencida.
Cae en la cuenta (aunque todavía flota en aquellas sensaciones) de que todo ha valido la pena.
Sentada ahora en el pasillo de mi casa se que todavía la ficha no me terminó de caer y que somos muchos hoy con estas emociones.
Hay algo de lo que estoy segura, todo ha valido la pena, esa seguridad no me lo quita nadie.

(21/11/11 - 23:10)

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