martes, 13 de septiembre de 2011

Cierro los ojos. Fue tan real y tangible.
Los vuelvo a abrir, las sábanas me abrigan livianamente de uno de esos fríos que regresan luego de alguna noche casi calurosa de primavera.
Cierro los ojos, con poco esfuerzo me figuro en aquel pasto.
Es de noche... Sí, estoy segura, es de noche. Aquel olor a luna llena bañando el pastizal es inconfundible para mí.
Con los ojos cerrados respiro hondo, definitivamente es de noche y aquel aroma invade mis pulmones, mi cuerpo, mi espacio.
Miro la luna, ella llena, y yo tan vacía... Recuerdo sentirme de esa manera.
Hago algo de esfuerzo, recurro al que antes no necesité. Amplío el espectro, me permito explorar el espacio.
Hay tanta gente alrededor que puedo reconocer que mi sensación de vacío es solo interior.
Están ahí, son más de uno, unos cuantos, no logro contarlos pero ya para este momento puedo hallarlos cercanos.
Ya no estoy acostada con la luna bañándome la cara, ahora me veo sentada, sonrío. Ahora canto, disfruto, y vuelvo a sonreír.
Miro nuevamente, aquella luna sigue llena, y yo ahora tan llena como ella.
Abrazo, beso, disfruto, deleito.
Abro los ojos, las sábanas ahora me pesan, ya no me abrigan. La luna no me baña y no está llena, su cuarto menguante sólo se asoma por mi ventana.
Me maldigo ahora por haberlo sentido tan real, por poder figurarlo de esta forma, por sentirlo más que en carne propia pero saberlo tan soñado y lejano, utópico y hasta imposible.
Vuelvo a cerrar los ojos, el esfuerzo es inusitado, desmedido ahora. La luna me despeja la cara y vuelvo a sentir aquel olor...
Me sobresalta el despertador y regreso a mis sábanas pesadas, pero mi alarma canta que "cuando los sueños son de tal calibre no hay despertador que los pueda bajar", y Yo Creo.
(13/9/11 - 12:30hs)

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